El término ictus se define como una enfermedad cerebral de origen vascular que se presenta de un modo súbito. Este término se usa para referirse de forma genérica al infarto cerebral. Del mismo modo nos referimos al término accidente cerebrovascular (ACV) al que se define como los procesos que ocasionan una afectación transitoria o permanente de un área cerebral como consecuencia de una isquemia o de una hemorragia.
Para definir un episodio como un infarto cerebral, el cese de aporte circulatorio a un territorio encefálico debe determinar un déficit neurológico de más de 24 horas de duración. Cuando un episodio tiene una afectación neurológica con una duración menor, se clasifica el episodio como accidente isquémico transitorio (AIT). Los AIT son un trastorno episódico y focal de la circulación cerebral con recuperación completa antes de las 24 horas.
Los vasos sanguíneos cerebrales aportan las sustancias imprescindibles para la supervivencia de las neuronas: oxígeno, glucosa y otros nutrientes esenciales para el funcionamiento correcto de nuestras capacidades cognitivas. Esto convierte a las neuronas en células muy vulnerables ante la desaparición inmediata de dichos nutrientes, pudiéndose alterar su funcionamiento e incluso su supervivencia con solo a unos pocos segundos de privacidad.
En líneas generales, los accidentes cerebrovasculares se dividen en hemorrágicos, isquémicos y hemodinámicos.
El ictus hemorrágico sucede cuando un vaso sanguíneo cerebral se rompe. Esta rotura provoca una hemorragia que, como consecuencia, priva de la circulación sanguínea al área cerebral dependiente del vaso y la sangre extravasada ejerce compresión sobre las estructuras cerebrales, incluidos otros vasos sanguíneos, lo que provoca un aumento del área afectada. Es por eso que los ictus hemorrágicos se asocian a una mayor mortalidad que los isquémicos, aunque también son los más infrecuentes correspondiendo aproximadamente a un 15% de todos los ACV.
Las causas pueden ser variadas aunque las más comunes son los aneurismas cerebrales y las malformaciones arteriovenosas.
Se denomina ictus isquémico cuando un vaso sanguíneo cerebral se ocluye y por ende priva de circulación al área cerebral dependiente del mismo.
Las oclusiones en los vasos sanguíneos pueden ser debidos a diferentes causas como por una trombosis o una embolia.
Los ictus de origen hemodinámico vienen sucedidos por una importante hipoperfusión cerebral secundaria a un descenso brusco de la presión arterial. Esto puede ocurrir, por ejemplo, por una parada cardíaca, insuficiencia respiratoria prolongada, shocks de cualquier origen y por cualquier otra causa de hipotensión arterial grave.
Los síntomas que se pueden sufrir tras un accidente cerebrovascular pueden ser muy variables de un caso a otro. Esto sucede ya que el síntoma dependerá del área cerebral donde haya ocurrido el ictus.
Un factor de riesgo es cualquier rasgo, característica o exposición de un individuo que aumente su probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión.
Los factores de riesgo para padecer una enfermedad cerebrovascular podrían dividirse según la capacidad que tenemos sobre ellos para modificarlos. Hay algunos factores de riesgo que no son modificables por ejemplo la edad, el sexo o la raza. En cambio, hay algunos factores que podríamos denominar modificables ya que podemos obtener un control sobre los mismos, como por ejemplo el tabaquismo, la hipertensión, etc.
Hay algunos factores no modificables que pueden hacernos más vulnerables a padecer un ictus como por ejemplo la edad, el riesgo a padecer un ictus aumenta cada década a partir de los 60 años. El sexo no influye en la infancia o en los primeros años de la edad adulta, pero entre los 45 a los 85 años la incidencia en hombres es mayor que en las mujeres. En el caso de tener predisposición genética o haber sufrido un AIT previamente, es importante esclarecer la causa del mismo para poder poner en marcha medidas preventivas.
Los principales factores de riesgo asociados al ictus corresponden a la hipertensión arterial como primera causa y seguido por la dislipemia. Otros factores causales serían la obesidad, la diabetes y el tabaco (Aleman et al., 2011).
La relación entre la hipertensión y los ACV ha sido estudiada en diversos estudios epidemiológicos y ensayos clínicos (Lawes et al., 2006; Chobanian et al., 2003) y concluyen que la reducción de la posibilidad de tener un ictus es proporcional a la magnitud de reducción a la presión arterial (Zhang H, Thijs L, Staessen JA, 2006).
Además los hábitos que tenemos en nuestra vida cuotidiana pueden ser perjudiciales. Es por eso que se recomienda mantener una dieta equilibrada, actividad física y controlar el peso. Además es aconsejable eliminar ciertos hábitos como el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo para disminuir el riesgo tanto de enfermedades cardiovasculares como cerebrovasculares.
También es importante mantener activa la vida social, relacionarnos con gente, generar nuevas experiencias, viajar, conocer nuevas culturas, leer, aprender. Todas estas actividades generaran movimiento, actividad, aprendizaje que estimulará nuestras capacidades mentales. Además, potenciará nuestro bienestar y mejora emocional reduciendo el estrés y, por lo tanto, el riesgo de múltiples enfermedades físicas y psíquicas.
Como conclusión, la modificación de los estilos de vida y el tratamiento farmacológico de los factores de riesgo modificables, como por ejemplo la hipertensión arterial, se recomiendan en la prevención del ictus.
Aleman, J. A., Urioste, L. M. R., Hernandez, M. L., García, P. A., Lopez, G. T., & Claros, N. M. (2011). Control de los factores de riesgo cardiovascular en pacientes con ictus atendidos en Atención Primaria en España. Estudio ICTUSCARE. Medicina clínica, 136(8), 329-335.
Chobanian AV, Bakris GL, Black HR, Cushman WC, Green LA, Izzo Jr JL, et al. Seventh report of the Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure. Hypertension. 2003;42:1206-52.
Lawes CM, Vander Hoorn S, Law MR, Elliott P, MacMahon S, Rodgers A. Blood pressure and the global burden of disease 2000. Part II: estimates of attributable burden. J Hypertens. 2006;24:423-30.
Rohkamm, R. (2011). Neurología: texto y atlas. Editorial Médica Panamericana.